13 mar 2010

§§§

Tres y Treinta...


§§§


Cuentos...


Desmadres...

Cerebros dandose contra la pared...

algo mas que palabras...


Mentes siniestras...

Bajalo, leelo, jodete... yo te avise como venia la mano



http://www.megaupload.com/?d=9CTI0XWM

ÞÞÞ


12 mar 2010

El Leñador de los aires





“Era un silencio que no desafinada”
José Lezama Lima


Del otro lado de la reja están volteando los árboles, unos eucaliptos bastantes viejos, que cada tanto se caen y matan a algún que otro aventurero en esto de andar caminando bajo los mismos. Al lado mió mi amigo me cuenta una historia bastante aburrida sobre dos banqueros que se pelean para ver quien da mas prestamos, yo lo miro, y pienso en lo irrelevante de la competencia. Me resulta más interesante pensar en que competencia se encuentran los dos locos estos que están bajando los árboles, uno debe medir, con suerte, un metro treinta, el otro es un poco más alto pero no mucho. El mas bajo tarda un poco mas en treparse a las copas, pero después, cuando esta ahí arriba, las baja de prepo sin mucho esfuerzo, en cambio el otro, se trepa rápido pero cuando esta arriba para a fumarse un cigarro, es como si quisiese ser uno de esos halcones que miran todo desde arriba, como si fuese el aire de las alturas la musa de sus discordias. Después de un tiempo se dispone a iniciar su tarea, proceso que no es rápido sino que es lento y preciso. Los miro y me sorprende verlos derribar árboles de esa manera, verlos voltear unos cuantos años en unos escasos minutos. En cambio mi amigo ni los mira, es como si estuviese intentando desviar la atención en otra cosa, ahora esta contándome una historia sobre dos enfermeros que hablan por teléfono mientras uno de ellos colabora en la operación y la cuenta detalladamente, la acción tiene sus altos y bajos, en determinados momentos todo se da en una especie de frenesí donde la presión del paciente actúa como compás de la tensión de la charla, o al menos, eso parece demostrar él, pero de golpe es como si todo se detuviera y parecería un lujo extravagante o extraño, la voz de uno de los enfermeros se diluye en medio de la sala de operaciones mientras la otra acrecienta su enormidad en una sala vacía.

Arriba todo diferente, es cuestión de perspectivas le dicen algunos sabios. Estando arriba la imagen que se proyecta por debajo de las ramas es tan diferente como la suposición de que el aire siempre es más fresco en dichas altitudes. Mientras empuña el hacha o en su defecto la motosierra a nafta, prepara sus manos para sentir las vibraciones obligadas, el abrupto final o tal vez, es cuestión de perspectivas, el abrupto inicio tranquilizador como la huida indecisa de un nene del útero materno. Le gusta estar arriba porque es ahí donde sus neuronas “se abren”, se dilatan por la presión de la inmensidad y lo llevan a pensar en sus cosas. Una vez mientras tomaba un colectivo vio un cartel que alguien había dejado, “Y si ahora nos preguntamos quienes somos”, no era una pregunta aunque la forma en la cual esta narrada así lo demande, era más bien una afirmación, como un mandato a cumplir, tal cual el derribamiento del árbol. Este mismo desde arriba asume una forma imprecisa, libre, desigual, tranquila y a la vez enmarañada. Esas formas que él querría para si, guárdalas todas juntas en un cajón y dejarlas ahí para que nadie las vea, o a lo sumo, alguien las descubra mucho tiempo después. Visto desde abajo esa imagen solo es una sombra, un cuerpo duro y al viento que se tambalea junto a las ramas las nuevas.

En una situación diferente el que cuenta la historia podría adivinar que muchas pretensiones no puede pedir, pero para este caso, siempre el cuentista es que el reclama las pretensiones ajenas al caso. El cuentista va disminuyendo el relato como si lo estuviese analizando, plantea entre tres o cuatro hipótesis en torno a la relación de los enfermeros entre si, una de ellas totalmente descabellada y una sola totalmente posible de ser verdad. El cuentista no mira para arriba, en su caso, siente una atracción maravillosa por el bamboleo de los pastitos. Los mira sin perder de vista que debe adaptar el ritmo del cuento al ritmo de los latidos del corazón de quien lo escucha, es un método que es imposible de sostener, a la larga todo termina siendo una mierda. Su amigo esta estupidizado por el leñador de los aires, y en realidad a él también le encantaría estupidizarse por semejante cosa, quedarse mirándolo el tiempo necesario para perderlo de vista, para hacerlo desaparecer o caer como una mosca.

De abajo las cosas son demasiado diferentes, a tal punto que cualquiera podría creer que la imagen del árbol es la imagen de una señorita no tan entrada en años. El mas bajo de los leñadores (aunque a disten de serlo en su apariencia) mira los árboles como bellos condumios de pájaros a ser derribados.

Los dos amigos se miran y se percatan de la situación errónea de sus suposiciones, todo al final puede ser una cuestión de perspectivas.

“¿Si lo hacemos?”


Jeremías Maggi – Marzo 2010

11 mar 2010

Yo, era

Soñé que estaba en una aldea del vietcong
Y caían bombas
Todo era fuego y yo corría


Soñé que estaba en la cama
Y que un perro venia
Con una dinamita en la boca
Y yo corría

Soñé que era poeta
Puto, anarkista y sidoso
Un poeta latinoamericano


Soñé que militaba en una guerrilla
Y que el Che me ofreció cigarros
Y yo le contaba que tenía asma
Y que me encataban los poetas
El me decía que también tenia asma


Soñé que estaba en las montañas del tibet
Y no había nadie

Soñé que me publicaban en una antología
Que después alguien estudiaba
Y decía cosas como
Hipertexto, infratexto, metatexto, neotexto


Soñé que me preguntaban mi nombre
Y no lo sabía
Respondía que era
puto
Sidoso
Y
Poeta


Soñé que jugaba a la rayuela
En el patio de un colegio
Mientras la maestra tocaba
A uno de los chicos
En sus partes íntimas


Soñé que me llamaban y me decían
Que ahora me iban a publicar
Porque tenía sida, seguía siendo puto
Pero no era más anarkista


Soñé que estaba sentado en una playa
Pero no había faros
Solo había gaviotas comiéndose entre ellas


Soñé que caminaba y que alguien me gritaba
“Judío puto”


Soñé que mi padre me bautizaba en nombre de Jehová

Soñé que era un gitano en un
Campo de concentración nazi
Y que me comía las uñas

Soñé que era un poeta
Puto
Sidoso
Y
Anarkista


Soñé que me chupaba un huevo
Que me publiquen
Que me critiquen
Que me inviten

Yo era
El poeta
El puto
El sidoso
El anarkista

7 mar 2010

Kuru Bogado, el bicho de sekreción lingüística


Hace unos días termine de leer la novela ciberanarko “Caraco putea coreanos al ritmo de FM pesimismo” escrita por dos de las voces mas respetables e interesantes de Latinoamérica, Cristino “Kuru” Bogado y Santiago “Ney” Marquez. Ambos autores se mueven en registros parecidos, el lenguaje llevado a sus limites, a las instancias mismas donde pierde la capacidad de registro de un discurso, pero en una variante singular donde la perdida de discurso se superpone como una especie de collage a las líneas cibernéticas que lo permiten, de esta manera, un registro novela se siente perforado en la transcripción de un dialogo sin final, donde las voces aparecen demarcadas y constituidas en un punto central que es la palabra misma. Así ambos autores juegan a dialogar y en ese jugar asumen el dialogo como una posición concisa y audaz, donde se perfilan las líneas de un suspenso en clave ciberniticoanarkico y cada uno de los personajes asume los códigos binarios, como cogito de poder, donde el desmerecer se transforma en un desposeer.

La idea que yace en los libros del Kuru Bogado es la idea del deseo subliminado o mas bien minado en una posición tercermundista decadente, donde las elites (clásico latinoamericano por excelencia), se disputen el show de su propia decadencia recurriendo a los sinsabores y la falta de ideas (clásico latinoamericano por excelencia). Asa en el “Chongo de Roa Bastos”, el Kuru se trasnporta por una cinta magnetica capaz de adosar cualquier sentido a cualquier palabra, la dura batalla entre contricantes para ver, en idioma callejero y barrial, “quien la tiene mas larga”, para aposentar como estatua un inminente y claro fracaso. La decadencia de Merlín, es la decadencia de los narradores post 80, narradores vacios y minados por una espesa niebla que es la generación precedente, los apostoles de Roa Bastos (y del partido coloSSado) junto a las “Odas a Stroessner”, mientras los enigmas se reparten, alguien (solamente capacitado) puede adjuntar el final y decir, como por lo bajo, ya lo sabíamos. Mientras el destilo de conceptos filosóficos, bien trabajados por la pluma descabellada del Kuru le dan cierta latencia necesaria para el final obligado. En fin un mecanismo hipnotico donde la palabras juega el rol de péndulo y en el relato una función de objeto de posesión, desde el titulo alusivo a un ritus de sumisión a un Roa Bastos ya viejo, hacia una generación que asume la necesidad de acariciarle el lomo al tigre herido, mientras otra decide por fin, poner las cosas en su lugar, la decadencia siempre será decadencia mientras corra detrás de las ratas en vez de hacer que las ratas sigan al flautista.

Por ultimo “Amor Karaíva” se pasea entre las mejores letras de hoy sin envidiarle nada a nadie. Ahí el Kuru demuestra que no solo es capaz de mojar la oreja en la leche (semenetika) de Roa Bastos, sino que incluso demuestra que bien las palabras pueden servir para mucho mas, contar historias de la continuidad de la colonialidad en nuestras tierras, recurriendo a voces ajenas, presentes, futuras e incluso a veces alternativas. Voces que de una manera u otra juegan a escribir sin decir, a decir sin escribir, dejar inconcluso los mensajes y a lo sumo intentar reponer la lengua en una situación inicial, donde lo que se dice es necesario y aquella que se calla es tarea de indagación. El silencio como indagación, el paseo filosófico como exclamación posible en ambientes literarios decadentes y naifs, asi la voz del Kuru demuestra lo que bien que se puede nombrar las cosas, y lo difícil de la respuesta, de “quien le pone el cascabel al gato”, mas cuando recurre a esos sombras ocultas (guaraní y el portunhol) hilvanados uno en uno como una trenza poseedora de verdad. Por abajo se habla una lengua que arriba no se nombra ni se escribe. El Kuru así domina las técnicas necesarias para ubicarse en un plano mayor que al resto, un plano donde la lengua es dominio de todos y de no unos pocos poseedores de tanto.

Jeremías Maggi, Marzo 2010

5 mar 2010

Reflejo ideal

La cara pegada al vidrio, del otro lado una imagen transparente, un árbol se mueve por acción del viento o por omisión de su ausencia. La cara mira y de golpe ve su reflejo, sus ojos, su nariz, su virtual inexistencia. El árbol se mueve, debajo de el un perro duerme tranquilo como si el ruido de las hojas no fuese molesto. La cara ve las hojas, pero también se ve a si misma mirando las hojas. Ve las hojas ir y venir del punto fijo decidido en el centro del árbol, ahí donde alguien una vez escribió una frase que después nadie descifro y que mas tarde, mucho pero mucho mas tarde alguien clavo un clavo, como marcando, como finalizando un enigma. La cara centra su mirada sobre el clavo oxidado y olvidado, lo mira e intenta ubicarlo en el centro de su frente, mas bien, en el centro de la frente que ve reflejada contra el vidrio. Ahora de su boca emana calor y el vidrio se empaña y desempaña al tiempo de su respiración. Una vez que ubica al clavo en el punto justo, el árbol se mueve, esta vez con hojas y todo, el árbol se tambalea y hace que pierda el punto justo. Se despega del vidrio, y mira como su frente dejo machada una franja de grasa sobre el mismo. Mira y no se ve, alguna acción de la luz le impide reflejarse. Es como si un conjuro solo pudiese funcionar a través de la acción de tres elementos, luz, vidrio y presencia. Esas tres palabras claves se presentan en su cara, en su reflejo, en sus ojos marrones que cada tanto divisan el centro, el equilibrio. Nuevamente se acerca al vidrio y su cara reflejarse, delimitar un espacio, y centrarse en un equilibrio irreal. El clavo clavado en su frente, sentir el goteo de la sangre bajando lentamente por su frente, rodear sus ojos y chorrear su nariz. Es como un martirio, una existencia, un punto ideal. Un clavo clavado en la frente. Es como ser Cristo, piensa. Ahora pasa su mano por su cara, desparrama la sangre, testea el sabor dulce y casi hasta se ríe. Ahora con una mano se despega del vidrio y desparrama un poco de sangre. Se acerca pero no puede pegar la cara, el clavo lo separa del vidrio, del reflejo ideal, de la cercanía presente de su respiración. Afuera el árbol esta quieto, incluso sus ojos, el clavo no esta, ni siquiera la frase de tiempos lejanos. La cara se levanta y camina, pasa la puerta de la pieza, camina por un pasillo, entra al baño. La cara en silencio, expresión de una mueca horrenda. La cara ahora con un clavo en la frente, ahora si, como un árbol, como un centro ideal. Como cristo, piensa.