9 dic 2010

La militancia es una cuestión de ética profundamente arraigada en lo mas hondo nuestro”, eso leyó en un baño de la estación de trenes. Seguramente lo había escrito algún que otro intento de militante de la ciudad. Días mas tarde pensó en esa frase, era una especie de afirmación que poseía claras connotaciones de las mas variadas. En el mejor de los casos la militancia era moral y ética, es decir, histórica e ahistorica a la vez, enraizada en nuestro profunda conceptualizacion de la justicia. En el peor de los casos, la militancia era una opción mas dentro de las miles de opciones terrenales. Carolina una vez le había dicho una frase del Che, el la había buscado en casi todos los textos que tenia a mano, en ninguno de ellos aparecía. O bien Carolina la había inventado, cosa posible, o bien el Che la había dicho en una situación ajena a los libros, por ejemplo, bajando una montaña en dirección a la Habana o bien yendo a comprar puros al kiosco de la esquina o pidiendo papel higiénico en un baño publico. Un día también le habían contado la historia de Mao sentado en un banco mirando unas palomas cuando se le ocurrió que las tiñan todas de rojo, lo primero que hicieron fue abrir fuego y bajarlas a balazo limpio. Mao los mando a decapitar a todos. A Maiacovsky esa clase de historias le encantaban, mostraban el amor mas cercano hacia al prójimo, el Che yendo a comprar puros tirando frases lucidas, Mao mandando a decapitar a los que seguían sus caprichos. La Revolución es un acto mas, pero el mas de los mas. Así pensaba Maiacovsky o en fin, así creía hacerlo.

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