4 nov 2010

Asamblea

“Mas o menos, la suma de población del redondel”
Antonio Di Benedetto


Son tres, cualquiera diría que parecen unos cuantos mas, pero de acá cerca son tres. Son las nueve y media de la noche. En el viento corre como en una estepa aunque estemos encastrados entre cuatro edificios. Se supone que la asamblea debería haber empezado hace media hora, pero recién ahora se abre la lista de oradores. Sesenta en total. Si cada uno habla cinco minutos, lo estipulado, tendríamos un total de seiscientos minutos, es decir, unas cinco horas, lo que implicaría que en el mejor de los casos, descartando disturbios, griteríos y cánticos, que la asamblea culminaría en un horario cercano a las dos y media de la mañana. Suponiendo que a las nueve eran cerca de mil los estudiantes expectantes, y que a las nueve y media el diez por ciento de los mismos se fue a sus casas o a un bar o a estudiar o a viajar en colectivo como si estos fuesen una salvación premeditada., podemos suponer lo siguiente: Cada hora abra una perdida de cien estudiantes, lo que implicaría que después de las cinco horas de intensos e interesantes debates solo queden la mitad de los mil que había al principio, claramente esto seria en el mejor de los casos; En el peor, si cada hora se van cerca de doscientos, eso nos daría que a las dos y media de la madrugada no abría, ya mas nadie, en la asamblea. En ese caso solo quedaría el ultimo orador, o este, previsible, ya se abría escabullido entre los desertores horas antes.

Como explique anteriormente, de acá cerca son tres. Uno tiene una incipiente barba de dos días, viste ropa importada de Bolivia o Perú. El segundo tiene unos veinte años, no tiene barba y no aparenta en el futuro inmediato poder tenerla. El Tercero tiene cerca de treinta, la barba rasurada por la mañana, viste un saco que le da un aire entre moderno y ridículo. Los tres parecen discutir apasionadamente los últimos sucesos políticos, que por mi parte no tengo idea. Dos parecen tener una militancia apasionada en la universidad, en cambio el otro, parece venir de una militancia mas de base. Cada tanto se ríen, pero la mas de las veces se miran seriamente como si estuviesen planificando un reguero de pólvora en medio de la nada. Desde hace cerca de dos horas están en la misma situación, ni fundaron un partido y ni siquiera parecen pretender querer hacerlo. Alrededor de ellos hay unos cuantos grupos mas parecidos, seguramente planificando los discursos de cada uno de los representantes de cada uno de los exiguos partidos o grupos de la universidad.

La primera oradora fue mujer. Vestía un jean, de dudosa proporción con su cuerpo, un blusa que intentaba asemejarse a las aventuras de la clase obrera y unos zapatos que estaban demasiado lejos de los rústicos zapatos de punta de acero de las fabricas y obras en construcción. Desde el primer momento recalco que la culpa de lo que estaba sucediendo era compartida por un grupo de gobernantes que representaban, a su vez, a los diferentes gobiernos, nacional, provincial y municipal, incluso llego a decir que la culpa estaba en la escasa capacidad de respuesta de quienes gobernaban. De mas esta decir, que cada tres palabras, alguien gritaba algo o festejaba la irrupción de alguna palabra cargada semántica de una forma extraña. A mitad del discurso fue convocado los próximos tres oradores. Uno fue tratado de blasfema, el otro de políticamente reprimido y el ultimo fue presentado como una especie de sex simbol de los discursos universitarios.

La primera ofrenda podría ser la suprema. Desde mi posición intuyo que los tres podrían mutarse en un solo eso. En el peor de los casos la ofrenda seria justa y necesaria para los tres, en el mejor, la ofrenda los superaría, delimitandolos entre los cuatro edificios de sombra. Si uno miraría de mas lejos vería que son mas, es decir, estaría tentado a sumar, poco a poco, grupo con grupo por una especie de error óptico, en tal caso los grupúsculos se tornarían en un uno, bien dinámico y preparando para las ofrendas. Un cuadrado es un cuadrado, pero un redondel, eso si que es otra cosa. El cuadrado como ofrenda, el redondel como metáfora.

El segundo y tercer orador no dijeron nada que valga la pena contar. El cuarto es un chico simpático, debe tener unos veintitantos años aunque de lejos parece menor, unos dieciocho con suerte. Viste un suéter nuevo y un pantalón de lino. Por lo que infiero no esta muy comprometido con la lucha, solo exige la limpieza del edificio o en el peor de los casos de los baños. Las palabras que uso son las siguientes: “Por favor, no se puede aceptar seguir yendo a hacer nuestras necesidades a un lugar tan asqueroso”. Aplausos, pocos y ajustados. Después de quince minutos la merma es mayor a la calculada. Cien estudiantes se escabulleron entre las sombras de las paredes, de esta manera las proyecciones cambian.

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