6 jul 2011

Jirry

    – Si te echan por puto, no te echan, te matan, y cuando estas bien muerto se ocupan se levantarte y tirarte a la mismísima mierda, les chupa un huevo, si eres puto les chupas un huevo –
Lo dijo como quien dice que el sol esta a punto de estallar sobre la tierra y solo quedan dos minutos de vida. Desde hacia un tiempo toda su vida giraba en torno a dos cuentos de Walsh, Nota al pie y Esa Mujer. Los había leído después de leer una entrevista a Viñas en una revista de literatura que habían editado unos amigos en Puan a lo largo de dos meses. Quince números en dos meses, a razón de uno cada cuatro días, obviamente la revista era pésima, un rejunte de cuentos y poesías latinoamericanas robadas a dos manos de cuando libro se le cruzase. Viñas siempre repetía lo mismo, Walsh era mejor que Borges, Borges era mejor que Macedonio, Macedonio era mejor que Lugones, Lugones mejor que Hernandez, Hernandez mejor que Cervantes, Cervantes mejor que Homero y Homero mejor que Cervantes, Cervantes mejor que Hernandez, y a veces Hernandez parecía el Homero rioplatense y otras ese lugar lo ocupaba Borges y otras Macedonio y unas muy pocas el digno Perlongher, un Homero putito y semental. Había días en que se levantaba mirando por la ventana viendo pasar a la gente como si fuesen una colmena aburrida de abejas, esos días, salia a caminar por las calles mas transitadas de la ciudad con el solo fin de sentir el anonimato abrumador del mediocre escritor de Nota al pie, eso si, nunca llegaba a volarse los sesos, ni siquiera a posar sobre su cien una pistola calibre 22 apenas capaz de dejarles unos cuantos raspones. Otros se levantaba y corría en dirección al Edificio Libertad, subía las escaleras y se movía por los pasillos en busca de la pequeña oficina donde sucedió esa tensa charla entre el anónimo periodista, que a este punto podía ser cualquier sujeto capaz de salir corriendo sin mirar atrás de una mansión en medio del desierto, y el ignoto general que seguramente era mas un cabo o un teniente. Había conocido a la mayoría de los poetas putos de Buenos Aires, en realidad no eran tantos, unos diez o unos quince a lo sumo, buenos buenos solo dos, uno que la novia de su editor lo había definido como la mujercita de la poesía de Buenos Aires, una mariquita llena de poemas, el resto, bueno el resto siempre es mas o menos como uno se los imagina, falsos poetas teñidos con remolacha, un lúgubre intento de hacer poesía de las piedras. No le molestan en si, a decir verdad, los respetaba demasiado, aunque ninguno de ellos no se había detenido ni un solo segundo en la obra de Walsh, sino mas bien en esos largos poemas de Perlongher o Lamborghini, poemas que bien podían haberse vuelto la biblia para los poetas putos de Buenos Aires pero no. La obra de Walsh no hablaba de putos ni mariquitas, a decir verdad, solo hablaba de policías, militares, investigadores, periodistas y quien sabe que mas, tal vez, militantes, sindicalistas, torneros, hojalateros, soldadores, mineros, picadores y constructores, en fin la obra de Walsh hablaba de cualquier cosa que los poetas putos de Buenos Aires no conocían. El auge de los servicios, solía repetir cada tanto, es el auge de los servicios el que había llevado a que la mayoría de los poetas no conociese ni por asomo al movimiento obrero, esa masa informe que cada tanto golpea los servicios de la historia. Operación masacre debería ser el nombre de los poetas putos de Buenos Aires nucleados algunos que otros en la Corriente Gay Cabeza (CGC) el único verdadero intento de otorgarle a la poesía falica una organización semi sindical. En dos años la CGC había publicado cerca cincuenta títulos en su mayoría de poesía, solo dos novelas y unos pocos de cuentos. Ensayos nada. No había una mierda que pensar, no había nada que merecía una gota de pensamiento, ni siquiera leer a Macedonio a través del Lacan de Lamborghini, ni siquiera, leer a Aira a través del Mao de Sarlo, ni siquiera leer a Lezama a través del Deleuze de Perlongher, es decir, ni siquiera innovar en alguna idea, los tiempos no eran de innovación sino de grito, de garganta abierta para succionar cuanta cosa se pase por delante. El primero de ellos de un poeta que solo aparecía una vez al año en alguna que otra reunión clandestina en un monoambiente de Almagro o Caballito, el segundo del mas fructífero de todo. Galvez, hijo de clase media venida a menos en la década presente, instruido en una, dentro de todo, decente escuela privada, había tomado clases de Teatro en el taller del Centro Cultural de la Cooperación, allí había conocido a quien se transformaría en el editor de todos ellos, el puto rey de la poesía de Buenos Aires, el madamas de los poetas. Jirry era el único que no había sido publicado en su vida aunque contaba con una treintena de libros en su espalda, la mayoría de ellos no valían su peso en mierda, solo uno era capaz de golpear certeramente el corazón poético del gay común y corriente, del chulo de los viejos adinerados. Jirry había pasado a la fama en los círculos de poesía después de amenazar de muerte a Carrera en el Centro Cultural Rojas después de desafiarlo a leer uno de sus poemas, cosa que Carrera desestimo con un delicado ademan de manos de persona mayor. Eres puto engreído con una pija flácida, fue lo único que le dijo Jirry con un grado de altura que hubiese asustado a cualquier prócer que se le cruzase por delante.

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