21 jul 2009

El camino de la carcel, el camino del Minotauro


No ansió contar una historia, ni nada que se le pueda parecer, busco en una bolsa las heladas palabras que han de llevarme, al trote, como si fuesen caballos arrastrando un carruaje, el carruaje es mío o tal vez de la sombra que me sigue desde hace unos días y a la cual no puedo parar de mirar. No soy yo ni ellas, aunque bien podría asegurar, un paso futuro hacia la eternidad, ya sé cómo, dejando las líneas vacías, llenas de palabras que han perdido toda posibilidad de sentido. Cuanto nos cuesta ponernos a pensar en la relación entre voz y palabra, es como si aun esperásemos que a través de nuestra boca hables vos, hable yo, hablen ellos. Miro mis manos y tiemblan, señalan un destino que no conozco, tal vez, algún morro de Brasil, donde mi editor se bate a duelo junto a dos travestis esperando que alguien los arrastre hacia la próxima ciudad, o tal vez mejor, una especie de condición de posibilidad de escapar de esta cárcel, los barrotes húmedos, la pared húmeda, al parecer un caño se ha roto y no ha dejado de largar agua durante toda la noche, amanezco nadando, acariciado por una ola de niebla que asume, que acá en la cárcel, la vida es visceral y es necesario mas vísceras para calmarla, es como el laberinto del Minotauro pero sin Ariadna que nos salven, es como si aún estamos esperando que las caricias ajenas se apiaden de nuestro dolor, de nuestros dolores, de esos que tragamos sin mucho pesar, ya estamos acostumbrados me decís, en medio de la niebla, mientras veo, pasar un pájaro, ¿que se sentirá volar? ¿que se sentirá ser libre?, pregunto, nadie responde, solo un jadeo, alguien que aún encuentra placer acá, en esta frió prisión. Ya no hay ni siquiera una rendija por la cual el sol daría su vida, su brillo, su ausencia, las paredes transforman los rayos, los pocos, en eclipses que laceran mi boca con gangrena, es que grite demasiado, solo ecos, ecos, ecos, ecos, mi voz rebota y vos sabes que aun falta tiempo para nuestra libertad, me miras, aunque estoy sola, aunque estoy solo, aunque no sé muy bien que soy, me siento un perro, una perra, con sarna, sedienta, rascándose para alejar la muerte, como si aun faltase algo espero que una sola cosa no sea realidad, la muerte, siento que respira, que me mira y me dice como si aun faltase tiempo, todavía hay aire, por eso vivo, para desgarrar ese poco aire que anda entre la humedad, así de espeso, así de pesado, así de olvidado, me miras y sabemos ambos que no nacimos y que aún nos falta tanto para escapar de este laberinto del sujeto moderno, de este laberinto del Minotauro sin Ariadna dando vuelta. En fin parezco el Quijote esculpir el aire al paso de las aspas del molino que acaricia mi cuerpo moribundo de encierro. Basta ya, es demasiado para tantas palabras, hagan algo, sáquenme de acá, sean mi Ariadna que me acompañe para escapar de estas paredes húmedas, sean mi voz para hacer gritar mi boca con gangrena, sean mi cuerpo para llevarme a la libertad, sean pájaros para volar y ser libres.


J, M. Julio 2009


No hay comentarios:

Publicar un comentario