7 mar 2010

Kuru Bogado, el bicho de sekreción lingüística


Hace unos días termine de leer la novela ciberanarko “Caraco putea coreanos al ritmo de FM pesimismo” escrita por dos de las voces mas respetables e interesantes de Latinoamérica, Cristino “Kuru” Bogado y Santiago “Ney” Marquez. Ambos autores se mueven en registros parecidos, el lenguaje llevado a sus limites, a las instancias mismas donde pierde la capacidad de registro de un discurso, pero en una variante singular donde la perdida de discurso se superpone como una especie de collage a las líneas cibernéticas que lo permiten, de esta manera, un registro novela se siente perforado en la transcripción de un dialogo sin final, donde las voces aparecen demarcadas y constituidas en un punto central que es la palabra misma. Así ambos autores juegan a dialogar y en ese jugar asumen el dialogo como una posición concisa y audaz, donde se perfilan las líneas de un suspenso en clave ciberniticoanarkico y cada uno de los personajes asume los códigos binarios, como cogito de poder, donde el desmerecer se transforma en un desposeer.

La idea que yace en los libros del Kuru Bogado es la idea del deseo subliminado o mas bien minado en una posición tercermundista decadente, donde las elites (clásico latinoamericano por excelencia), se disputen el show de su propia decadencia recurriendo a los sinsabores y la falta de ideas (clásico latinoamericano por excelencia). Asa en el “Chongo de Roa Bastos”, el Kuru se trasnporta por una cinta magnetica capaz de adosar cualquier sentido a cualquier palabra, la dura batalla entre contricantes para ver, en idioma callejero y barrial, “quien la tiene mas larga”, para aposentar como estatua un inminente y claro fracaso. La decadencia de Merlín, es la decadencia de los narradores post 80, narradores vacios y minados por una espesa niebla que es la generación precedente, los apostoles de Roa Bastos (y del partido coloSSado) junto a las “Odas a Stroessner”, mientras los enigmas se reparten, alguien (solamente capacitado) puede adjuntar el final y decir, como por lo bajo, ya lo sabíamos. Mientras el destilo de conceptos filosóficos, bien trabajados por la pluma descabellada del Kuru le dan cierta latencia necesaria para el final obligado. En fin un mecanismo hipnotico donde la palabras juega el rol de péndulo y en el relato una función de objeto de posesión, desde el titulo alusivo a un ritus de sumisión a un Roa Bastos ya viejo, hacia una generación que asume la necesidad de acariciarle el lomo al tigre herido, mientras otra decide por fin, poner las cosas en su lugar, la decadencia siempre será decadencia mientras corra detrás de las ratas en vez de hacer que las ratas sigan al flautista.

Por ultimo “Amor Karaíva” se pasea entre las mejores letras de hoy sin envidiarle nada a nadie. Ahí el Kuru demuestra que no solo es capaz de mojar la oreja en la leche (semenetika) de Roa Bastos, sino que incluso demuestra que bien las palabras pueden servir para mucho mas, contar historias de la continuidad de la colonialidad en nuestras tierras, recurriendo a voces ajenas, presentes, futuras e incluso a veces alternativas. Voces que de una manera u otra juegan a escribir sin decir, a decir sin escribir, dejar inconcluso los mensajes y a lo sumo intentar reponer la lengua en una situación inicial, donde lo que se dice es necesario y aquella que se calla es tarea de indagación. El silencio como indagación, el paseo filosófico como exclamación posible en ambientes literarios decadentes y naifs, asi la voz del Kuru demuestra lo que bien que se puede nombrar las cosas, y lo difícil de la respuesta, de “quien le pone el cascabel al gato”, mas cuando recurre a esos sombras ocultas (guaraní y el portunhol) hilvanados uno en uno como una trenza poseedora de verdad. Por abajo se habla una lengua que arriba no se nombra ni se escribe. El Kuru así domina las técnicas necesarias para ubicarse en un plano mayor que al resto, un plano donde la lengua es dominio de todos y de no unos pocos poseedores de tanto.

Jeremías Maggi, Marzo 2010

1 comentario:

  1. Es un comentario muy descabellado, obviamente motivado por la amistad.

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